La fatiga crónica afecta a muchas personas. El estrés, la vida sedentaria, mala alimentación, falta de sueño, entre otras «conquistas» del nuevo milenio, son aliados de una condición que puede volverse severa. Por eso, no debemos ignorar sus efectos.
1. Síndrome de fatiga crónica
Se estima una prevalencia entre 0,5% y 2,5% en la población general. Pero lo más importante es el impacto subjetivo: los sentimientos de agotamiento, exacerbados por actividades menores. Igualmente, se han reportado síntomas comunes como dolores de cabeza, dificultades para dormir, dolores musculares, dolor de garganta, ganglios linfáticos sensibles, falta de memoria y concentración. En población clínica, se ha sugerido que el 50% de los jóvenes y el 40-70% de los adultos atendidos tienen un diagnóstico psiquiátrico asociado (depresión o ansiedad).
Si bien para el diagnóstico no hay una constelación sintomática ni pruebas de laboratorio definitivas, son útiles los criterios de Oxford (1995), basados en las siguientes normas:
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