¿Es imposible decir no? Hay personas incapaces de rechazar peticiones. Si,
en ocasiones, hacen acopio de valor y rehúsan ser los «benefactores» del
género humano, los invade un sentido de culpabilidad. La problemática
descanza en excesiva complacencia. En otros casos, en ignorar sus propios
derechos o considerarlos secundarios. Romina, asistente de marketing, es
un libro abierto:
«Soy como un carrito de compras. Al caminar por los pasillos de la empresa, me cargan de tareas ajenas a mi labor. Creo que al aceptar me siento buena persona, pero después me arrepiento porque termino agotada y furiosa. Por desgracia, siempre digo Sí».
¿Reconoces la experiencia de Romina? No es fácil cambiar el modo «SÍ» de
relacionarse y afirmar la personalidad. De gran ayuda será conocer los
derechos asertivos. He listado 20 derechos asertivos que te beneficiarán.
1. Derecho a decir «No»
Derecho fundamental. Solo basta negarse a una petición, decir «No»
desde las entrañas, sin sentirse culpable o egoísta. No eres desleal o
«mala persona» por rechazar una peticion. Por el contrario, ¿cómo te
sientes cada vez que «das el brazo a torcer»? ¿Quién sale ganando, tú o
ellos?
2. Derecho a equivocarse
La frase «errar es humano» suena a cliché, pero tienes derecho a
equivocarte. Los errores forman parte del «paisaje» y son inevitables para
el aprendizaje. No te avergüences por ellos y defiende tu derecho a
cometerlos aún frente a un ambiente intolerante.
3. Derecho a ignorar consejos
Si alguien te da un consejo es solamente eso, no un mandato de actuación.
El icónico Muhammad Ali, campeón mundial de boxeo, recordaba que «llovían
consejos» desde la esquina del cuadrilátero, pero quien asestaba el golpe
era solo él.
4. Derecho a no ser responsables
Los individuos son responsables de su propio bienestar psicológico, de su
felicidad y de su éxito en la vida. Aunque deseamos el bien para otros,
escapa de nuestras manos crear estabilidad mental, bienestar o felicidad.
Para agravar el tema, cuando existen rasgos neuróticos tu ayuda no será
bienvenida o no será efectiva. Los terapeutas sabemos lo difícil que es
abordar a quienes son adictos al sufrimiento e infelicidad.
5. Derecho a un trato digno
Este derecho es esencial para el bienestar individual y colectivo. Como
valor intrínseco del ser humano, nos permite ser tratados con respeto al
margen de nuestras creencias, atributos o habilidades. Fomenta relaciones
saludables donde la tolerancia y la inclusión son importantes. Promueve
ambientes sociales y laborales más positivos. Ademas, reduce conflictos
potenciales, porque el respeto mutuo es un «puente» donde las diferencias
se resuelven de manera constructiva.
6. Derecho a mis límites
El principio de humildad reconoce nuestros limites. Tienes derecho a hacer
menos de lo que puedes o eres capaz de hacer. No siempre debes rendir al
máximo, peor si persigues metas perfeccionistas. «La mujer
maravilla» o el «hombre de acero» se ganaron un espacio en los
comics, pero no existen en la vida real. Por otro lado, la resiliencia
tampoco significa atravesar paredes o superar obstáculos saliendo ilesos.
La verdadera fortaleza nos impulsa a «levantar cabeza» después de
una derrota.
7. Derecho a opinar
Aunque es básico, este derecho parece ajeno a muchos que deprecian su
opinión. Lo vemos traducido en miedo a la crítica e inhibición social en
los estudios o el trabajo. Tener una opinión divergente no implica estar
equivocado. ¿No es cierto que el diálogo mejora cuando existen
perspectivas múltiples?
8. Derecho a cambiar de opinión
Hace 2,500 años, Heráclito, filósofo griego, nos advirtió que lo único
eterno es el cambio. Rectificar, cambiar de opinión o hacer las cosas
diferente nos hace flexibles. Sabemos que las condiciones cambian con el
paso del tiempo y debemos adaptarnos. Aquello que nos favoreció en el
pasado, puede dañarnos en el presente. En beneficio del bienestar y para
mantener contacto con la realidad, modificar las opiniones, criterios y
acciones es lo más inteligente. Aprende el arte de ser flexible, no es una
traición a ti mismo. Evoluciona y adáptate.
9. Derecho a criticar
Expresar críticas y protestar por conductas disruptivas es necesario para
la convivencia. Por ejemplo, las relaciones verticales, basadas en
comunicación agresiva, requieren asertividad. Hablar sin rodeos tiene sus
ventajas como evitar el malestar acumulado, fortalecer relaciones,
desarrollar la personalidad y empoderarse socialmente. Para formular
críticas, primero empieza con los aspectos positivos del interlocutor,
describe la conducta que te desagrada, expresa cómo te sientes al respecto
y, finalmente, realiza una petición de cambio.
10. Derecho a decir: «No lo sé»
Es muy simple. Tenemos derecho a ignorar la respuesta o no saber cómo
hacer algo. ¿No prefieres hacer esto en vez de adivinar o intentar algo
que no sabes? ¿No te parece que vas en rumbo de colisión? Igualmente, este
derecho promueve la honestidad. Estamos en proceso de constante
aprendizaje y no tenemos que saberlo todo. Como beneficio adicional, decir
«No lo sé» evita la difusión errónea de datos que podría tener
nefastas consecuencias. Es preferible admitir la falta de conocimiento en
diversas situaciones.
11. Derecho a expresar dolor
¡Los hombres no lloran! ¡Las niñas bonitas no lloran! ¡Una persona madura
lo soporta todo! ¡No te quejes y carga tu cruz! Estamos inundados de
distorsiones. Una educación represiva del sufrimiento tiene impactos
negativos: ansiedad, depresión, migrañas, rigidez corporal, problemas
digestivos, daños al sistema inmune, hipertensión, y la lista continúa.
Tienes derecho a sentir y expresar el dolor ante aquellas personas que son
importantes para ti.
12. Derecho al elogio
¿Hiciste un buen trabajo? ¿Por qué te molesta el elogio? ¿No sudaste para
lograrlo? ¡Disfrútalo porque lo mereces! No es solo inyección a la
autoestima, los elogios son motivadores extrínsecos que refuerzan la
conducta que impulsó tu éxito, haciendo que se vuelva parte de ti. Y si
aún no logras la meta, son el combustible que te acercarán al objetivo.
¿Los elogios hinchan la vanidad? Este concepto solo es válido cuando
ignoras tus límites, cuando no tienes los pies sobre la tierra. Celebra
tus éxitos y agradece los elogios.
13. Derecho a la soledad
Aunque no es lo más saludable —depende del contexto— tienes derecho a
estar sólo, incluso cuando los demás deseen tu compañía. No es lo mismo
retirarse para meditar, por ejemplo, que «meterse en el caparazón»
para rumiar acerca de fracasos. Esta actitud solo alimenta una autoestima
esquelética y refuerza la imagen de víctima. Por tanto, reserva espacios
para ti. Salirse de la rutina, apagar el teléfono y eliminar el bullicio
son formas de «recargar» las energías.
14. Derecho a no justificarse
Somos nuestros propios jueces. Dar razones le otorga licencia a los demás
para juzgar si tu conducta es acertada o errónea, correcta o incorrecta,
racional o sin sentido. No te justifiques, así evitarás ser manipulado si
les desagrada tus acciones. Por ejemplo, presionado para beber en una
reunión, suficiente decir «No gracias», en vez de apelar a problemas de
salud, conducir a casa u otro argumento.
15. Tienes derecho a tus propios objetivos y elegir tus prioridades
Para vivir como quieres, no necesitas la aprobación de nadie. Fija tus
propios objetivos y persíguelos. Primero, evalúa si tienes metas propias o
fueron impuestas por el entorno (familia, amigos, normas sociales).
Segundo, recuerda que puedes modificar tus objetivos y prioridades en
cualquier momento. Con certeza, si tus objetivos no infringen los derechos ajenos, puedes
perseguirlos libremente.
16. Derecho a pedir ayuda
No somos islas. El apoyo social, un poderoso recurso antiestrés, ha
probado ser efectivo. Desde la familia, amigos e inluso el soporte
espiritual, contar con redes para tiempos críticos permite acceder a
información, consejería y afectos positivos. Por el contrario, aislarse es
pronóstico de desórdenes mentales como la depresión y adicciones. Para
solicitar ayuda, utiliza el lenguaje asertivo: «Me gustaria... quisiera...
podrías... darme tu ayuda».
17. Derecho a no adivinar
«Él(ella) no me entiende», «Llevamos siglos casados y no sabe lo que me
gusta», «Ya deberías conocerme», son reclamos comunes en la terapia de
pareja. El matrimonio no otorga poderes mágicos. Suponerlo ocasiona
problemas de comunicación. Si tu pareja tiene necesidades es adecuado que
lo exprese con claridad («Yo quiero o deseo unas vacaciones» o «No megusta
que vuelvas tarde del trabajo»). Por tu lado, tienes derecho a no
anticiparte a sus deseos o tener que intuirlos.
18. Derecho a tus necesidades
Una educación con «mano de hierro» nos ha enseñado a subordinar nuestras
necesidades a las de los demás. Las necesidades de afecto, validación e
intimidad, por ejemplo, son valiosas para la salud mental. En muchas
familias, estas expresiones son reprimidas «desde la cuna», limitando la
autonomía psicológica. Reconoce tus necesidades sin remordimientos.
Utiliza peticiones asertivas para solicitarlas.
19. Derecho a decir: «No me importa»
¿Te importa demasiado lo que piensen los demás, lo que sientan o hagan
respecto a ti? Cada uno es dueño de sus ideas —inclusive tus críticos— y
no puedes cambiarlo. Aunque deseas causar una impresión positiva, lo que
hagas no alcanzará para ganarte al 100% de personas. Tampoco es adecuado
dejarse llevar por opiniones, creencias o valores que no son tuyos. En
ocasiones, desistimos a la manipulación de los demás —por ejemplo, en el
trabajo— y adquirimos la mentalidad de colmena. Responde con simpleza: «No
me importa».
20. Derecho a decidir
Defiende tu autonomía. Tienes derecho a decidir qué hacer con tu cuerpo,
tiempo, y propiedad. Millones de veces, estarás rodeado(a) de «expertos»
que te dirán cuál es la mejor opción, pero no regales un milímetro de
independencia. Incluso, aunque se espera que tomes decisiones lógicas,
tienes derecho a sucumbir a la emoción y sinrazón. No siempre la lógica
estará de tu lado, no existe reflexión liberada de errores.
Finalmente, has de considerar una manera adecuada de defenderlos. Me
refiero al estilo asertivo. En otras publicaciones hemos dedicado algunas
lineas a este tema. Navega este blog para más artículos.
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