En ocasiones nada puedes hacer más que aceptar la realidad. Por cruda que
sea, lamentarse o «resistir la corriente» aumenta la ansiedad y
perturbación. Dolencias, accidentes o muertes violentas escapan de nuestro
control. Lo más inteligente será aceptarlas sin oposición. Un aforismo
taoísta refleja esta idea: «Hay un tiempo para dejar que las cosas pasen y
un tiempo para hacer que las cosas pasen».
Ahora bien, la aceptación no es un acto instantáneo. Para las personas es
un proceso de meses o años. Lo vemos a menudo en el duelo psicológico:
aceptar la pérdida es la última etapa de un camino sinuoso y empinado.
Respecto a la aceptación, entre los enfoques recientes, la Terapia de
Aceptación y Compromiso (ACT por sus siglas en inglés) se ha ocupado
bastante del tema. Sus difusores ven la aceptación como afrontamiento.
Aceptación
¿Prefieres huir del dolor o aceptarlo? La Terapia de Aceptación y
Compromiso sostiene que podemos superar el dolor con aceptación, visión
cuyas raíces se remontan al budismo, taoísmo o inclusive el estoicismo.
Según la ACT:
«La aceptación es una alternativa a la evitación experiencial. Aceptación
supone tener en cuenta los sentimientos dolorosos y experiencias privadas
sin tratar de cambiar su frecuencia o forma. Se anima a los clientes de
ACT para abrirse voluntariamente y dejar ir su lucha interna con los
problemas no deseados».
No es mi propósito detallar los aspectos técnicos de la ACT. En su lugar,
me orientaré hacia la aceptación filosófica de lo que produce dolor. Desde
el budismo, ya sea por situación externa o interna, el sufrimiento se
origina cuando resistimos el «flujo de la vida», por tanto la aceptación
es la «medicina». En el universo, todo está sujeto a cambio, es inestable
o transitorio ¿Por qué exigir que las cosas sean diferentes? ¿Por qué
batallar contra lo inevitable? He reunido algunas formas de aceptación
para ayudarte a liberar la sobrecarga emocional.
1. Autoaceptación
La autoaceptación, según algunos terapeutas, es más importante que elevar
la autoestima. Una razón simple: la autoestima está condicionada por
logros psicosociales, académicos y económicos. ¿Qué sucede entonces con
las personas marcadas por un historial de fracasos? Si mejorar la
autoestima parece inviable en este contexto, la aceptación de sí mismo con
virtudes y pecados, éxitos, fracasos, alegrías y penas está al alcance de
todos. Dar este paso ayuda al balance emocional. Con acierto, Louise
Hay señaló: «Te has estado criticando durante años y no ha funcionado,
intenta con aceptarte y observa lo que pasa».
2. Aceptación de las situaciones
Hay circunstancias incontrolables: accidentes, enfermedades,
envejecimiento, muertes. Es estúpido insistir en cambiar la realidad,
deshacer la urdimbre existencial. Puedes intentarlo, pero los sucesos
golpearán con vehemencia. Toda ilusión se desvanece ante el rigor de los
hechos. Es posible aceptar la realidad con una mente desapegada que no
significa ser indiferente, sino reconocer la naturaleza transitoria de
todo y evitar apegarse en exceso, lo que puede conducir a un mayor
sufrimiento.
3. Aceptación de las personas
A menudo intentamos moldear a las personas. ¿No es absurdo pretender que
parejas, amigos o familiares se ajusten a tus patrones? ¿Y donde queda la
autonomía psicológica? Para alcanzar este propósito, moralizamos,
manipulamos, controlamos, amenazamos o nos hacemos las víctimas. Es
erróneo suponer que los demás cambiarán y que, finalmente, actuarán según
nuestros dictados. Si no eres consciente, la realidad se burlará otra vez
y las personas seguirán sus propios criterios. La vida es así, la
aceptación es la única opción.
4. Aceptación de la impermanencia
«Todo tiene su final» es el estribillo de una vieja canción y agrega:
«Tenemos que recordar que no existe eternidad». La sabiduría oriental
enseña que la vida está sujeta a impermanencia: el amor, el trabajo, la
salud, todo lo que existe. Solo cuando rechazamos la realidad y nos
apegamos a las cosas, emerge el sufrimiento traducido, por lo común, en
depresión. No es fácil dejar ir las cosas, pasar la página e iniciar un
capítulo nuevo, pero es más saludable que anclarse a una etapa que
finalizó.
5. Aceptación del presente
El presente es un regalo. No obstante, muchos viven a la sombra del
pasado. Cuando se desata la tormenta, su fantasía consiste en hacer girar
el reloj y volver atrás. Como viajeros del tiempo, la nostalgia los invade
recordando los «buenos momentos» pero huyendo del presente. Esta fuga
psicológica es más peligrosa cuando se abandonan obligaciones, compromisos
o renunciamos a la satisfacción del «aquí y ahora». «Si no es aquí y ahora
—frase budista—, es ilusión».
6. Aceptación de la imperfección
¡De carne y hueso! Tienes licencia de ser humano. Los errores, fracasos,
derrotas, pérdidas, abandono, soledad y tristeza aceleran tus latidos como
a todos. La vida no es perfecta y tampoco nosotros. La neurosis moderna es
la búsqueda de la perfección. La sociedad se ha vuelto esclava de una
demanda irracional. No aceptes esta imposición. Si bien tienes derecho a
superarte, también tienes derecho a equivocarte.
7. Aceptación de la incertidumbre
La incertidumbre del porvenir es un yugo pesado. Pedimos un suelo firme
para empezar a caminar. Exigimos garantías, primas o avales como premisas
de vida. Por desgracia, no vivimos en un mundo de certidumbres sino de
probabilidades. Es mejor abrazar la incertidumbre y no rehuirla. Si
esperas el «momento perfecto», el «lugar perfecto», o la «pareja perfecta»
nunca asumirás riesgos y perderás muchas opciones.
8. Aceptación del fracaso
A veces la victoria se viste de fracaso. No hay necesidad de lamentarse
antes de tiempo. No llores por la leche que se derrama, menos si todavía
está en la vasija. Modificar la perspectiva de la derrota te brindará
valiosas lecciones. Todos aprendemos por ensayo y error, no por ensayo y
éxito. Acepta la derrota como parte del proceso de aprendizaje.
9. Aceptación de la irracionalidad
«Ella me irrita», «El jefe me causa úlceras», «El calor me perturba»,
lucen como frases inocuas, aunque no lo son. Si los demás son culpables de
nuestro malestar, no estamos aceptando la realidad. Sería más realista
decir: «Yo me hago enojar», «Yo me produzco úlceras», «Yo me perturbo
cuando soy intolerante». Los terapeutas sabemos que los pensamientos
distorsionados y creencias irracionales suscitan cólera, miedo y tristeza.
No busques «chivos expiatorios». Pregúntate: ¿Qué estoy pensando en este
instante que me causa malestar? ¿Son pensamientos irracionales, erróneos o
maladaptativos? ¿Qué pensamientos serían más adecuados en esta situación?
10. Aceptación de lo inevitable
La oración de la serenidad está llena de sabiduría: «Dios concédeme la
serenidad para aceptar las cosas que no puedo cambiar, el valor para
cambiar las cosas que puedo, y la sabiduría para reconocer la diferencia».
Hay eventos fuera de control que solamente podemos aceptar. Llegado el
momento ¿Cómo deseas afrontarlos: negándolos, lamentándote o adaptándote?
Adaptarse significa reevaluar la situación y encontrar recursos para
reducir el impacto (daño) físico o emocional.
Si asumes la aceptación como filosofía, asimilarás mejor la realidad y
aliviarás el estrés. Si te gustó la publicación, déjame tus comentarios.
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